miércoles, 20 de mayo de 2015

Santa María de Iguacel (Larrosa – Huesca).


Una pista forestal en aceptables condiciones nos introduce a través del valle hasta su cabecera, donde se halla la iglesia.
El lugar es mágico. La pradera verde en la que asienta el templo, el pinar, los montes, el río... Lo importante es el árbol. Con todo lo que significa de puente entre lo telúrico y lo celestial. Nexo de unión entre tierra y cielo… Árbol y agua. Doble teofanía que reviste de magia el lugar.


Antes que monasterio hubo árbol, y quizá, como opinan muchos, un centro de fuerte energía. No es casual el emplazamiento de los monasterios en lugares tan bellos y en los que sin saber por qué, es frecuente que contemplándolos te recorra un escalofrío, por más que nuestra inteligencia trate de desterrar ideas esotéricas.


La fábrica primitiva se componía de una nave de gran altura, con tejado de madera, acabada en ábside semicircular con tres ventanales de arco de medio punto. Tres puertas facilitaban el acceso al interior del templo: Una a poniente, y otra en cada uno de los otros dos muros. Su decoración era escueta. Apenas unas pilastras en el ábside, a modo de lesenas -dos mediales y dos marginales- hasta la cornisa, y una original moldura escalonada en el muro sur enmarcando sus ventanales.



La portada principal se sitúa a los pies del templo: Resalta en un cuerpo prismático avanzado, prolongado en el piso superior por dos bandas que, como contrafuertes, enmarcan una ventana con arco de medio punto, que apoya en dos columnas con capiteles tallados. Bajo un tejaroz de canecillos figurados, abre la puerta principal, formada por cinco arcos de medio punto en degradación que apoyan en capiteles tallados. La arquivolta exterior presenta el típico ajedrezado de estilo jaqués.




La ermita está construida en sillarejo en hiladas regulares de pequeño y mediano tamaño unidas por mortero. La sillería se hace más regular en la portada occidental y en el ábside, por tratarse de los dos espacios más importantes del templo. En los arcos se ha recurrido a la piedra toba, que resulta un material de gran ligereza y facilidad de trabajo.


Hacia 1072, siguiendo los gustos de la corte jaquesa, se sometió a la iglesia a una remodelación, consistente en sustituir su puerta oeste por un pórtico jaqués (Imagen 6) con tejaroz sostenido por canecillos y una importante inscripción bajo ellos que data la iglesia y a sus artífices. Se añadieron pares de columnas rematadas en capiteles en todas las ventanas; y el interior del ábside se decoró con arquería ciega de cinco elementos, que dejó sin función a los ventanales originales.












La alusión a una fecha concreta de construcción (1110), a los condes fundadores y al rey titular de Aragón, Sancho Ramírez, hacen de Santa María de Iguácel uno de los escasos edificios fechados y firmados del románico en España.


















Torsos de personas sobre un fondo ondulado que se interpretan como agua o como fuego. En el interior del templo se haya otro similar.












La importantísima inscripción de la ermita se sitúa bajo el tejaroz de la portada y está distribuida en dos líneas.
En uno de los canecillos se representa una pierna,  probablemente de algún cantero que la perdiese durante su construcción.






El texto, según D. Antonio Durán Gudiol, reza:
Esta es la puerta del señor por donde entran los fieles en la casa del señor, que es la iglesia fundada en honor de Santa María. En ella se han hecho obras por mandato de Sancho conde junto a su esposa de nombre Urraca. Ha sido terminada en la era de 1110 (año de 1072), reinando el rey Sancho Ramírez en Aragón, el cual ofreció por su alma en honor de Santa María la villa llamada Larrosa para que le dé el Señor la vida eterna, amén. El lapidario de estas letras se llama Aznar. El maestro de estas pinturas se llama Galindo Garcés.




La iglesia consta de nave única rectangular que se prolonga hacia la cabecera en un corto presbiterio, y un ábside semicircular, canónicamente orientado al este. Los tres espacios cubren con: techumbre de madera a doble vertiente, bóveda de cañón y cuarto de esfera, respectivamente.

La restauración llevada a cabo por la Asociación Sancho Ramírez de Jaca entre 1976 y 1982, puso de manifiesto importantes pinturas murales en el ábside, datables en el S. XV.



El altísimo ábside, está articulado interiormente en tres pisos, por medio de sendas impostas corridas. Los tres registros del ábside están ornados con pinturas góticas de finales del siglo XV. Este conjunto pictórico está considerado por la especialista M ª del Carmen Lacarra como el ejemplo más destacado de pintura mural gótica de esta zona del Alto Aragón. Las pinturas se articulan en tres registros horizontales en los que las escenas se superponen y enlazan imitando la mazonería de los retablos.






Parece un león....



Fotografía de Maribel Nogueiras e información del profesor A. García Omedes…http://www.romanicoaragones.com/0-Jacetania/48-Iguacel.htm

2 comentarios:

  1. Espléndida fotografía y amena y completa información. Me gusta mucho.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Helena, por tu comentario y tu seguimiento. Intentaremos seguir en la brecha con vuestro apoyo y ánimo.

    ResponderEliminar